Era un medio día de aquel jueves 23 de marzo de 1978, había mucho entusiasmo , caras conocidas y otras no muy conocidas se acercaban al lugar donde estábamos todos los que formábamos parte del elenco de la Crucifixión Viviente de El Hatillo, no conocíamos ese variado y maravilloso sentimientos que se acurrucaba en nuestros cuerpos. Que sentimiento mas hermoso, solo al evocarlo en mi rostro se refleja una sonrisa, cierro los ojos y dejo que los recuerdos tomen posesión de mi mente, la casa de Julio Vargas yo sentado en un sofá mis compañeros a los lados , todos estaban nerviosos. Pregunte la hora, escuche una vos que dijo “la una y media”…ya faltaba poco para salir y representar por primera vez la Crucifixión Viviente de El Hatillo. Estando allí en la casa de Julio Vargas, escuchábamos los compases del Popules Meus, melodía que llevamos arraigado los corazones cristianos, y de ves en cuando la voz de Adolfo López quien anunciaba la hora de la presentación... llegaba la hora.
Julio Vargas mi padrino o mejor dicho el padrino de casi todos los que formábamos parte de ese primer elenco nos ofreció un sorbo de un whisky que tomo del estante, llego la hora de salir a escena y desde esa casa salimos uno a uno hasta la capilla, !que impresión mas grande nos llevamos al asomarnos en la parte alta de las primeras escaleras donde se podía observar a la gran multitud que nos esperaban, fue maravilloso para nosotros, jamas pensamos que nuestra convocatoria hubiese tenido tanta receptividad.
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